AL MEDICO

Por suerte llevaba más de dos años sin ir al médico, hasta hace un par de meses después de darme la piña en la moto que me fui a urgencias a ver si me había roto algo. Llevo unos días con fuertes dolores en el costado, brazo y pecho y he tenido que ir al traumatólogo. Como estaba en casa de mi madre, he pillado la guía de mi seguro médico y me me he acercado al que estaba más cerca de allí. Nada más entrar me ha mosqueado que no hubiera nadie esperando. Bueno pues entro y me recibe un menda de unos 65 años con el moco colgando y no es broma, con un moco líquido de considerable tamaño que yo no dejaba de mirar por mucho que lo intentaba. Le empiezo contando que no llevo la tarjeta sanitaria porque no pensaba ponerme malo y dice que eso no tiene importancia. Vale, que majete, pienso yo. Entro en el despachillo, y no hay camilla, y mira que es raro que en la consulta de un traumatólogo no haya camilla, pero es que tampoco había la pantalla esa para ver las radiografías, pues pienso, que mounstruo, este tío no necesita ningún aparato para detectar las lesiones. Bueno, pues aumenta mi mosqueo. Le cuento que me he piñado en moto que tengo unos dolores espectaculares y lo único que se le ocurre es preguntarme dónde trabajo y me empieza a contar que todo eso es por culpa de mis posturas, de cómo me siento en la silla, que si tengo que dar más vueltas por la Oficina. Total, que empiezo a alucinar, ni me ha mirado, ni me ha oscultado ni pollas por el estilo. Saca el recetario y me dice que me va a recetar lo mismo que toma él. Yo no hacía má que mirar a todos los lados a ver si había una cámar oculta. Menos mal que no es un urólogo y le cuento que no se me pone dura porque salgo con un paquete de pastillitas azules, que seguro que también las toma él.
Vamos y las pastillas esas no me las tomo ni de coña.
No puede ser.